El Tarot de Marsella es probablemente el mazo más popular que existe del conjunto de cartas del tarot. Este integra dos grupos: el primero, los arcanos mayores, los más famosos, que van desde la carta 0 hasta la 21, y los arcanos menores, que son 56. Pero más allá de la configuración de este mazo, existe un misticismo sobre este, ya que en ocasiones se le adjudican poderes místicos y la capacidad para ver más allá de lo evidente. Además, se desconocen sus orígenes precisos. Eso sí, existen algunas teorías basadas en pruebas, recolecciones de cartas y leyendas urbanas. Ahora te las resumimos en las siguientes líneas.
Los orígenes del Tarot de Marsella
Antes que nada, es preciso que aclaremos que, cuando nos referimos al Tarot de Marsella, nos referimos al mazo que se compone con las imágenes clásicas de los arcanos. Aclaramos esto, ya que existen otros tarots, como el de Rider Waite, que son modificaciones posteriores
Los ejemplares más antiguos de este mazo datan del los siglos XVI y XVII. Nos referimos específicamente al de Pierre Madeine, de 1709. En este ya se vislumbran las clásicas imágenes de El Mago, La Torre o La Luna.
Sin embargo, aunque este juego de cartas, que lleva su nombre a que indefectiblemente apareció como tal en la ciudad de Marsella, tiene antecedentes más que interesantes.
Por ejemplo, se cuenta que los mercaderes que recorrían la Ruta de la Seda durante el siglo XIII trajeron un primer mazo de cartas islámico llamado Mamluk. Este, una vez en Europa, y ya como un juego consolidado, sufrió cambios. El principal de ellos es que se le comenzaron a adicionar cartas. Entre estas, los triunfos, los que se asemejan bastante a los 22 arcanos mayores que conoces del juego de carta que nos compete.
Su nacimiento tal y como lo conocemos
Con la incorporación de estas cartas, nació el Tarock en Alemania, Tarocco en Italia y el Tarot en Francia. Es entonces, cuando aparecen los primeros mazos consolidados, como el de Visconti-Sforza, que data de 1440. Este ya contiene las cartas con los arcanos con nombre, exceptuando El Diablo y La Torre.
Para finales de este siglo, el mazo ya estaba organizado en las 76 cartas que ya todos conocemos. Las 56 cartas de los arcanos menores por entonces ya fueron divididas en 4 palos, Bastos, Oros, Copas y Espadas, más las figuras de la Reina, el Rey, El Caballo y El Paje.
Por lo demás, esta teoría se refuerza gracias a unos hallazgos realizados a comienzos del siglo XX. En un pozo del Castillo Sforza, en Milán, se encontraron cartas con el clásico diseño de las cartas de este mazo, que databan del siglo XV.
¿Y qué sucede con su aspecto adivinatorio?
Respecto al fin adivinatorio, las teorías en ocasiones se contradicen. Algunos estudiosos dicen que su uso adivinatorio se desarrolló ya por esta fecha, es decir, a comienzos del siglo XVI. Otras teorías, en cambio, indican que recién en el siglo XIX, con el renacer de este juego y la necesidad de un enfoque más místico.
La primera teoría se basa en registros que explican que durante las reuniones sociales o de la corte, eran común que los participantes, caballeros y doncellas, sacarán alguno de los arcanos mayores para vislumbrar su destino o describir su personalidad.
Otra teoría explica que la primera persona es usar este juego como cartomancia fue Jean Baptiste Alliette, un profesor de matemáticas quien creó su propio mazo basado en el de Marsella. Alliette utiliza su mazo como oráculo. Este, junto con otros estudios del tema, como Marie Anne Lenormand, fortalecen el uso cartomántico del mazo francés.
Esta práctica propone una lectura libre de las cartas mediante las lecturas frías. Estas tratan de comprender el comportamiento de las personas mediante las cartas que aparecen y sus reacciones a estas. Este tipo de lectura se ha sostenido en el tiempo, ya que explota las necesidades afectivas de las personas, sus miedos, inseguridades, esperanzas y sueños.
Otras teorías igual de interesantes
Existen ciertos tarotistas y ramas esotéricas relacionadas con la lectura de los arcanos mayores que promulgan la idea de que el origen de este juego de cartas es aún más antiguo. Algunos lo datan de los tiempos del Antiguo Egipto, como una manera de vaticinar el futuro, comprender el destino impuesto por los dioses y hasta como una parte integral del libro sagrado del dios Thot. Esto se entiende en el contexto del crecimiento de la egiptomanía, en el siglo XVII.
Fue el enciclopedista y francmasón Antoine Court de Gébelin quien hizo una explicación pertinente basada en numerología y conocimiento cabalístico y egipcio. Es este quien define a este mazo como un libro con el conocimiento perdido y milenario de los Dioses.
En sus reflexiones, Gébelin explica que las cartas del mazo de Marsella tienen su equivalente en imágenes egipcias, las que tenían un fin similar. Por ejemplo, menciona que la carta El Carro, tiene un significado similar a las apariciones de Osiris en las lecturas antiguas egipcias.
Modificaciones del Tarot de Marsella
Es el mazo original, el más popular, es el que hemos tratado en este artículo. Sin embargo, han existido decenas de variaciones a lo largo del tiempo, las que buscan adaptarse a la particularidad de cada cultura e ideología.
Algunos estudiosos expertos, como Alejandro Jodorowsky, han reconstruido los originales mazos de Marsella con cartas de antiguas barajas, así como también han diseñado las suyas propias con artistas de renombre.
Uno de los mejores ejemplos es el de María Celia, la cual se inspiró en las imágenes originales del mazo de la ciudad francesa. Sin embargo, utiliza la misma imaginería y simbología. Solo cambian los fenotipos y la expresión de las cartas. Además, mantiene el nombre orinal en francés de los arcanos. Otros nombres interesantes al respecto son Eliphas Lévi y Papus (Gerard Encausse).
Conclusiones
Sin lugar a dudas, el Tarot de Marsella tiene su origen en el siglo XV y XVI, pero sus influencias directas datan de siglos de conocimiento, simbolismo y sabiduría oculta. Muy posiblemente, con el paso de los años, se encontrará nueva evidencia de un pasado aún más remoto, lo cual dotará a este mazo de tarot de aún más misticismo.
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